Apenas llegué a Cluj capital de Transilvania les pregunté por Drácula. No me entendieron.
Que lástima!
Aquel vampiro siempre vestido de frac desprendiéndose de las almenas de su castillo de piedra negra! Aquel terrorista superactivo y volador como un murciélago!
Que lástima!
Todos mis sueños se vinieron abajo: allí habia vivido aquél entre los bosques de abetos aterrorizado él mismo por la luz del día, enrollándose y desenrollándose según la atracción y el poderio de las tinieblas, que incitaban el vuelo de su capa tenebrosa.
Que lástima!
Porque, en verdad los poetas rumanos que me acompañaban no lo conocian.
Si yo hubiera nacido en Rumania, no habría cejado en su busca, lo habría acechado desde niño, me habrian rozado sus alas metamorfósicas y membranosas, habría esperado en la sombra de Transilvania que cayeran los bolsillos del frac, una de sus llaves de oro. Abriendo entoces furtivamente los portalones habría recorrido las estancias, habría conocido los mortales secretos de aquel poderoso Satánico. Nada de eso fue posible! Drácula ya no habitaba en la selvática Transilvania.
Los poetas que me rodeaban tenian el alma clareante del agua montañosa, me celebraron con grandes carcajadas. Pero, debo confesarlo, mis compañeros poetas de la Rumania florida, no son entendidos en las tinieblas.
Las tinieblas de Rumania....el canto del agua rumana. Cuántas cosas que olvidar, cuantas cosas que cantar!
La verdad, es que las tinieblas no fueron solamente páginas de papel, sino hechos duros, capítulos crueles, interminables agonías.
La verdad es que, las aguas cantaron a pesar de todo, cantan, seguirán cantando.
Siglos de servidumbre, épocas de martirio, invasiones, abandono, miseria, muerte, motines, soldadesca, rebeliones, incendios. Y sobre esta antigua Rumania amasada por las mejores manos del dolor, detrás de esta Rumania pobre y medioeval folklórica y sollozante, la poesía sin disfrazar su eminencia, cantó siempre en su campana cristalina.
Mucho de esto se verá en estas páginas.
La presión expresiva de una antigua y poderosa literatura que siempre se expresó en forma crítica y creadora, no hizo sino continuar en la Rumania de hoy.
Ninguna interrupción de silencio o de violencia entre las épocas separadas con la revolución. Con la muerte del feudalismo no desapareció bajo los escombros la poesía, porque la gran poesía rumana nunca acompañó el crepúsculo de las campiñas que ocultan miseria y padecimiento.
La poesía entró con fáciles pasos a una edad de construcciones. Ya las semillas andaban bajo la tierra y las flores nacieron copiosamente con el florecimiento general de un pueblo.
La poesía no dejó su canto de agua herida que baja de las montañas, sino, que entró con su cauce al humanismo de la nueva Rumania.
Eso sin dejar atrás la reflexión ni la melancolía. Cantó como antes la vida y la muerte, pero también la realidad y la esperanza. El simbolista Bacovia tiñó con el humo de la ciudad y la sangre de los mataderos su tristeza que lo envolvió como una capa. Nuevos poetas de hoy reflejan como estatuas de gradiadores desnudos, el color del sol y del trigo. Pero en el fondo esta poesía siguió su camino entre las raíces nacionales y no habrá en verso, una línea, una sílaba que no esté empapada por la claridad y por la noche rumana, por un salvaje y tierno sentimiento de amor hacia su tierra, hacia el alma más antigua y más moderna de Europa.
Cerca de Constanza vi un buque griego recién sacado de las aguas del Mar Negro. Algún hombre rana tropezó con aquellos dioses blancos, que seguian escuchando el canto de las antiguas sirenas.
Cerca de Ploesti los campesinos encontraron en la carretera un tesoro: docenas de ánforas y capas de oro, labradas tal vez para muy antiguos monarcas. Allí están en una vitrina. nunca vi tal esplendor.
Tirnave, Dragasani, Segarcea, Cotnari, Murfatlar son nombres de viñedos antiguos, que llegaron al corazón de los hombres más distantes, pero que cuyo aroma nació entre los Cárpatos y el Danubio.
Toda la tierra y el barco rumano guardan palpitación de una cultura generosa que absorbió y repartió el tesoro. La poesía se nutrió con los claros alimentos de la tierra, del agua y del aire, se vistió con el oro antiguo, soñó los sueños griegos. Y maduró en la razón de nuestra época, continuando con solemnidad el camino de un canto siempre grave, siempre sonoro y alto. Las fábricas, las escuelas, las canciones hacen vibrar ahora la vieja tierra rumana.
La poesía canta en la revolución del trigo, en la trepidación de los telares, en la nueva fecundidad de la vida, en la seguridad del pueblo, en las dimensiones recién descubiertas. Canta en el antiguo y en el nuevo vino.
En cuanto a la creación misma, es difícil decir, es difícil escribir.
Y para que? Para que necesita la poesía esa impertinente interpretación , adhesión o suspicacia?
Vivimos rodeados por libros que comentan los versos que sólo querían andar por los caminos con zapatos más frágiles o más duros. Y nos va a pasar que nos llevaremos en eso, en leer lo que se escribe sobre lo que se ha escrito.
En esa Edad de Papel presento naturalmente a esos poetas rumanos, tan tradicionales como los cantos y las costumbres silvestres de la patria hereditaria, tan revolucionarios como sus audaces usinas y la transformación evidente del mundo en que participan.
Hablaré del anciano poeta Tudor Arghezi.
Con más de ochenta años de vida Arghezi es el gran coronado, y soporta con bondad y cierta ligera ironía los laureles claroscuros que premian una obra serena y frenética, purísima y demoníaca, cósmica y popular.
Yo le conocí en Bucarest, honrado, este viejo rebelde, por Ministros y Obreros, amado y respetado por una República que cuida su libertad y su tranquilidad.
Es raro el caso de este gran poeta europeo, como también lo fue el del gran italiano Saba.
Saba fue rumoroso como un gran rio que se va haciendo subterráneo y sepulta su fabuloso cauce antes de llegar al océano.
Arghezi es encrespado y herético, amotinado y poderoso. La meditación negra de sus largos primeros tiempos ha dejado paso en sus últimos libros a la alegría del alma impetuosa. Dejó de sustentarse de su propia soledad: participa, a sus años de la primavera de su patria.
Pero nombraré algunos más, para agradecerles a todos que hayan dejado todo el largo Invierno de Isla Negra , aquí en la costa del Pacífico sur, que su poesía viviera conmigo y me envolviera la fuerza y la frescura de Rumania, por muchos meses, en la vigilia y en el sueño.
Gracias Maria Banus!
Por la palpitación constante de tu amor y tus sueños, por la red mágica cuyos hilos de humo y de oro te permiten sacar de la profundidad recuerdos oscuros como peces del abismo, o atrapar en el aire la mariposa salvaje de Baragan.
Y a ti, Jebeleanu, viajero de Hiroshima, tú que recogiste en aquél corazón de ceniza una flor pura transfigurada en tu canto: ojalá que encuentres algún destello de tu generosa poesía en este libro.
Y a Mihai Beniuc: gracias por tu fuerza pensativa, por tus canciones combatientes.
A Maria Porumbacu, a Demostenes Botez, a Radu Boreanu, a Ion Brand, pido perdón por cuanto sus poemas hayan perdido fuerza esencial o gotas de ámbar al cambiarlos de vaso.. Pero sabrán, lo creo, que puse mucho amor en el trabajo, siempre inconcluso, de traducir su poesía.
El idioma rumano, pariente sanguíneo del nuestro, contiene una abundancia de las que no disfrutamos: sus esquinas eslavas. En estas esquinas perdemos el paso, miramos hacia arriba, hacia abajo, y por fin nos agarramos del francés para no quedarnos a oscuras.
Pero la lengua rumana lejos de ser un castellano oblicuo saca su eléctrico lirismo de los aluviones idiomáticos que desembocaron en Rumania. firme y esplendoroso es el lenguaje rumano y poético por excelencia.
Con Tristan Tzara, Ilarie Voronka y otros, que escribieron su obra en francés, Rumania contribuyó caracterïsticamente a su pasión universal. Ya sabemos que Enescu o Caragiale atraviesan las barreras de la lengua y son atesorados y discutidos en todas partes.
Pero Rumania tuvo siempre una voz que alcanzó el concierto del mundo desde sus calles o desde sus montañas. Ha sido aspiración universalista y sobre todo la naturalidad y el crecimiento cultural como lo es hora el orgullo de una profunda revolución humanista.
Pero los poetas que emigraronen el pasado hasta cambiar de idioma, lo hicieron forzados por la crueldad de una época. Los rumanos no fueron a Francia a imitar, sino a enseñar. Fueron participación rumana de la creación universal.
Durante más de un invierno en mi casa, frente al océano frío y las inmensas migraciones de pájaros, me acompaño asiduamente en la traducción de la poesía rumana de los poetas Homero Arce y Ennio Molteldo.
Doy gracias a mis dos amigos. Mucho me sirvió la saviduría y el empeño de cada uno. También ellos gozaron como yo, mientras trabajábamos, del follaje florido, del agua y del fuego que en estas múltiples vocesc se multiplican incitándonos a escuchar con recogimiento el canto coral de un pueblo lejano y hermano.
PABLO NERUDA
Isla Negra-Chile
Enero de 1965
Es para La Taula un honor disponer de un libro dedicado por Matilde Urrutia, esposa del gran poeta universal Pablo Neruda, en una de sus visitas en Barcelona.
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